Sin pretender romper una frase memorable, Pío Baroja, podría haber escrito: Oh pasado, nuestra miseria, nuestra grandeza! Está claro que tenía que llegar este momento. Oh soledad, bienvenida hoy. LLevo días intentando escribir estas líneas y no conseguía centrarme, ahora que he tomado más conciencia puedo intentarlo. Y es que, por más que nos empeñemos, hay que pararse a pensar, “reflexionar”, diría mejor. Si, la razón también hila fino y, menudos manteles hace. Hay que hilar fino con uno mismo y retar a la peor de las verdades: el yo. Porque, mentira o verdad, es un animal salvaje para retar.
He leído estos días acerca de que la felicidad es “tener sosiego” y me he sentido lozana sosegada y feliz, así que desde ese sosiego he podido sentir. Si, que gran descubrimiento hice; las pequeñas cosas: el sosiego y la fe. No hay que comprar más libros intentando leerlo y encontrarlo, hay que intentar ser felices, esa era la gran verdad que no he conseguido leer. Lo andaba intuyendo mientras trataba de encontrarlo en los libros. No se hasta donde he llegado buscando en la sabiduría popular lo que yo no veía.
“Intentar ser felices” no es demagogia barata. Demagógico es no intentarlo, amparándonos en la hipocresía puritana y bobalicona. Además lo digo en plural, porque estamos todos en el saco; los buenos y los malos, el mayor y el bebe, el pobre y el rico, tu y yo y aquél. Me atrevería a cuestionar una felicidad solitaria en pro de una solidaria. Sin embargo, este bienestar íntimo se ensombrece contigo, memoria. Creo que no hay nada en este mundo que nos dé tanto amor y nos lo quite también, como la memoria.¿Qué haríamos sin élla? No recordaríamos nada de lo que somos, ni de lo que sentimos, ni de lo que pensamos, ni de lo que hacemos, y, al final, no existiríamos.
Somos carne de memoria. Pero pensando en ella como fuente de sufrimiento, al evocar parte de nuestra biografía, sabemos que es la que más lo consigue. Ese pensamiento obsesivo y espeso que de nada nos sirve. Hasta que no he descubierto yo que no vale para llegar a la verdad y que se puede cortar, pensaba que era más adictivo que la cocaína y ahí andaba enganchada, como a una droga, intentando resolver todos mis males. Que alivio ir explorándose uno poquito a poco, para hacernos la vida más fácil y llevar nuestra vida a buen término. Tu término.
Volviendo a la relación de amor-odio que tenemos con nuestro pasado, será mejor utilizar el viejo refranero español “si no puedes con el enemigo únete a él” Tendremos que vivir con él y, además, el pasado nos puede hacer sentir ese “nirvana” íntimo, desempolvando el olor a viejo de nuestra carcasa y nuestros mejores momentos con los otros. Siempre con otros cerca, porque, sino todo ésto no tendría sentido.
El pasado trae melancolía, sabor a inocencia y a
grillos, ternura, deseos, naturalidad, amor, pero también dolor y, porque no, culpa. Como decía Castilla del Pino y tantos otros “la culpa no es lo he hecho mal, sino, yo… lo he hecho mal” Y de ahí que puedo responsabilizarme de lo hecho y aplicarlo, pero pasar al retorcimiento del alma lejos de ser necesario, no sirve en mi camino. Mejor responsabilidad y cerrar la herida, que no rebozarme en un lobo pegajoso y lleno de vergüenza que es la culpa.
A veces, porque no, la vida nos sorprende con su otro lado; la pérdida. Aunque no queramos, parece y es, que sin ese otro lado, no hubiera podido existir éste. En ese momento nos damos cuenta que no somos nadie, y en ese momento miramos las nubes de ese día y, al ser distintas, por tener a alguien más por allá arriba, volvemos a no entender nada. Espero que forme parte de este camino necesario.
Si tuviera que elegir ahora entre el pasado y el futuro elegiría el pasado. Siento que algo me aporta el pasado. El futuro además de no existir, qué pesado que es!! andar viéndonos proyectados en situaciones irreales, solo nos causa angustia y miedo y, como me dijo mi madre muy acertadamente, “no te preocupes por las cosas, ocúpate” Con este dicho sabio resolví algunas de las situaciones más angustiosas que he vivido, gran verdad que estoy volviendo a tener presente. Ocuparse de las cosas nos ahorra tiempo de sufrimiento, preocuparse es retomar ese pensamiento obsesivo y pegajoso que, lejos de resolver asuntos, los tiñe de demonios y fuegos. Y, claro, así, quién no tiene miedo.
A pesar de que estoy convencida que cada uno tiene que ir haciendo su Camino de Santiago particular y quitando del medio las cosas que nos molestan; feas, crueles o simplemente que no queremos, también estoy convencida que somos capaces de hacer un buen uso de ésta; nuestra vida. Cuanto más llenemos nuestra vida de libros, música, de tu y yo, de momentos a solas, de folklore, demucho silencio, de calor del otro, de ruido, de tu mirada piadosa, de decir no, de monotonía y responsabilidad, conseguiremos intentar gritar ¡¡Oh mi vida, mi miseria, mi grandeza!! intentando no caer en la tentación de solo querer aceptar lo que nos gusta de la vida. Y como una querida amiga dice: “por la vida hay que ir sobre todo con humildad y agradecimiento”:
Gracias a mis padres, a Juan y Ana, por todo, por ésta, mi vida sosegada…