Todos, en algún momento de nuestras vidas, tenemos que enfrentarnos al tiempo perdido.
Nos quedamos solos, uno entra en esta situación como entra en el tiempo y se pregunta en voz baja el desconcierto real del mundo en que vivimos.
Las pérdidas se llevan nuestras posibilidades de ir más allá de nosotros mismos y tomarnos la vida como una aventura risueña y mágica.
La de cosas que hemos hecho y callado y las que no hemos hecho. El sendero tiene su historia: hablar de lo que se ha dejado, o de lo que nos ha dejado; como un paisaje sometido a la acción del viento, que condiciona la vida con sus recuerdos y modela el paisaje, un viento que sopla desde el océano y llega cargado de humedades. Es un viaje que siempre está en la mente.
Ernesto Sábato afirmaba a menudo que creía en el hombre “a pesar”, y solía añadir: “la vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza aprenderlo, hay que morirse”.
En estos momentos entra la luz por la ventana, quédate dentro de ella y disfruta.