Muchas personas adultas cuando acuden al psicoterapeuta, lo hacen motivadas por algún tipo de dificultad vital, sea ésta de orden emocional, cognitivo, conductual, o psicosomático. Deciden venir generalmente después de un periodo de sufrimiento más o menos agudo, durante el que han estado tanteando con soluciones que han resultado fallidas. Está presente un interrogante que en ocasiones toma la forma de honda preocupación, debido a la presión de la angustia, y con la cuestión explícita unas veces, otras veces oculta de: ¿Qué me pasa?. ¿Por qué me pasa?, ¿Cómo se arregla esto? ¿Qué tengo que hacer?. Frecuentemente acuden con una demanda de solución rápida y definitiva, incluso con la fantasía de recibir este remedio, la ilusión de aplicarlo en lo inmediato y listo, conflicto resuelto. Yo, a veces contesto y a veces me callo, teniendo en cuenta siempre quién es la persona que creo tener delante, aunque realmente la evidencia que aparece en mi cabeza es: Yo le puedo dar la clave teórica, esta es: Sé tú mismo y vive como quien eres. Pero claro, ésta, que en apariencia es una propuesta simple y fácil, se convierte en tarea imposible a corto plazo. Si la persona ya contase con los recursos necesarios para orientarse en la vida de acuerdo a sí misma, sin sufrir contradicción, seguro que ya estaría viviendo de ese modo y no tendría que ocuparse en pedir ayuda para resolver eventuales conflictos psicológicos. Es más, creo que si yo misma me encontrase en una tesitura vital en que la vivencia más próxima fuese de angustia y recibiera como solución del momento, sé tú misma y vive como quien eres, pensaría que el profesional que tengo delante es un tremendo arrogante, está colgado, o vive en una realidad paralela. Las personas no vivimos mal por decisión consciente, más bien es que vamos entreteniendo la vida, actuando y repitiendo patrones que nos perjudican sin saberlo. ¿Sin saberlo? sí, sin saberlo. Además de muchas capacidades maravillosas, los seres humanos también tenemos la capacidad de autocegarnos y vivir muy distantes de nosotros mismos, tan distantes que podemos perdernos con cierta frecuencia.
Mi respuesta en muchos casos es iniciar un proceso de investigación, buscando conocer las dificultades que esta persona concreta tiene en la adecuada gestión de su vida, (o en este o aquel aspecto de la misma), por tanto cada proceso es único. Por delante tenemos la interesante tarea de conocer quién es y cómo es en verdad. El resultado suele ser que a medida que vamos desvelando y admitiendo los resultados de nuestra búsqueda, la persona se va sintiendo mejor ubicada en su vida, van apareciendo nuevas formas de afrontamiento, particulares, precisas y fiables con las que resolver, tanto los grandes acontecimientos vitales, (acontecimientos que suceden muy de tarde en tarde, afortunadamente), como también, y sobre todo, para intervenir adecuadamente en las múltiples decisiones y acciones del vivir cotidiano. Está de todos modos probado que, para los seres humanos, el tener acceso espontáneo a experiencia nueva escapando al circuito rígido de la repetición, proporciona una satisfacción y un bienestar que puede parecerse a la alegría de estar participando de la VIDA.