Desde Aristóteles hasta nuestros días las percepciones sensoriales han sido un tema de particular interés. Por las ventanas abiertas del cuerpo se va construyendo el mundo de la intimidad…. Sin los órganos del cuerpo, el alma no siente ni padece. El ojo se deleita en la hermosura de una flor; aspira su aroma la nariz; los dedos acarician sus pétalos suaves…. es uno solo, el ser que todo eso percibe y con ello disfruta. El gozo de los sentidos es la medida con la que la naturaleza que somos y la naturaleza en la que estamos confirman en la alegría del cuerpo su amorosa complicidad.
Oír, ver, oler, tocar y gustar son procesos productivos, no sólo receptivos, transforman el mundo; el mundo, al cambiar, los modifica a su vez.
Si pensamos en los estímulos y en las irritaciones cotidianas de nuestros sentidos derivadas del progreso tecnológico, cuyas conquistas superan día a día cualquier expectativa anterior, una mirada retrospectiva al «imperio de los sentidos» puede ayudarnos a reflexionar sobre el desarrollo actual. Los mass-media sorprenden constantemente nuestra vista y nuestro oído con efectos cada vez más fantasmagóricos. Desde que la televisión ha ocupado el lugar del cine, participamos, cómodamente sentados en nuestro sillón de los acontecimientos de todo el mundo, aunque debidamente filtrados y a veces manipulados, Internet y «realidad virtual» exigen de nuestros sentidos la capacidad de adecuarse a situaciones nuevas. El compact disc nos ofrece una música depurada de cualquier sonido extraño, por pequeño que este sea, mientras día tras día nos habituamos a los nuevos olores químicos que emanan de máquinas y fábricas, el mercado de la cosmética se basa en la eliminación del olor personal de cada uno produciendo jabones, desodorantes y perfumes. La gran variedad de nuevos productos alimenticios que llenan los estantes de los supermercados quieren estimular nuestro paladar habituado ya a todo. Economía de mercado y tecnología alcanzan gran parte de sus éxitos a través de productos que excitan nuestros sentidos.
Si ya para Aristóteles el sentido de la vista era más importante que los otros, al procurar la percepción y conocimiento del mundo que nos rodea, también nuestra cultura actual se basa claramente en aspectos visuales, aún siendo incontestable la importancia del sentido del tacto para la confirmación de nuestra existencia.
De acuerdo con Aristóteles, los cinco sentidos son concebidos como base de todo conocimiento, son el instrumento que nos permiten experimentar de una forma concreta nuestra necesidad de vida más amplia y más profunda, nos permiten permanecer abiertos a las muchísimas posibilidades que se presentan.
La salud siempre es muda y armoniosa, si algo perturba su mudez, es el síntoma de una quiebra, si algo perturba su sigilosa calma es el síntoma de una amenaza.
Los cinco sentidos nos poseen, nos invaden, nos fecundan, nos intranquilizan, nos mantienen atentos, siempre que les demos ocasión por descontado y siempre que nos abandonemos a ellos … El cuerpo despierta hacia un maravilloso viaje al «Imperio de los sentidos»