Desde el momento en que sentimos malestar, ya intuimos la necesidad de cambio. La vida está en constante movimiento, todo fluye, nada permanece, como si lo único permanente fuese el cambio. Y paradójicamente, los obstáculos de la vida pueden llegar a paralizarnos internamente. Para salir de ese estado, que puede manifestarse adoptando múltiples formas: tal vez rutina, aburrimiento, bloqueo, estancamiento, estado depresivo…, tal vez patologías más serias, ha de haber un cambio, un movimiento expansivo que permita el crecimiento, a pesar de que ese ir hacia delante nos haga sentir angustia. Porque el ser humano no es suficientemente plástico, no tiene siempre la capacidad de adaptarse inmediatamente al entorno; sobre todo cuando se ha estado comportando de una determinada manera durante mucho tiempo, el cambio resulta costoso.
Buscar la ayuda del otro es un primer paso, pero lo que realmente cuenta es el compromiso de cambio que uno establece consigo mismo.
Algunos pacientes depositan la responsabilidad en el terapeuta, para seguir alejados de sí , porque el camino de la introspección puede resultar una vía dolorosa. Cuando una persona inicia un proceso de psicoterapia, establece un compromiso con un profesional a quien le está diciendo: “ayúdeme a cambiar aquello que no funciona bien en mí o en mi vida”, pero ¿hasta qué punto esa persona está realmente dispuesta a adquirir un compromiso consigo misma?
Llega un momento en el que experimentamos la coraza defensiva como algo familiar, mientras que nuestro auténtico yo es vivido como un cuerpo extraño.Cuando la coraza se resquebraja, las zonas que hemos enmudecido, hablan; por eso escuchar lo que nos quieren comunicar, darse cuenta, entender lo que ocurre y aceptarlo es sumamente importante para poder cambiar, pero no es suficiente……..
Los profesionales contamos con instrumentos que facilitan el cambio, la bioenergética puede ser una potente herramienta para ayudar a la persona a cambiar a partir de su propia vivencia corporal, realizando las modificaciones energéticas y posturales que le permitan vivir de manera más saludable. También el espacio terapéutico persigue un cambio en el modo de relacionarse, confrontando carencias, conflictos, etc., pero aunque todo esto sea necesario, no es todavía suficiente.
Creo que hay unmomento en el proceso en el cual la persona es quien decide sobresu cambio, más allá de una mejoría, de un “como sí”, decide atravesar las capas de una coraza de adaptación social y llegar hasta su auténtico yo. Algunos describen ese momento como si internamente algo se despegara o incluso se rompiera, pero en cualquier caso, como una experiencia liberadora. Aunque el fenómeno parece ocurrir en un instante (a modo de insight), para que pueda darse, es necesario un proceso de trabajo que capacite y prepare a la persona a vencer las resistencias y el miedo al cambio, ha de darse un momento creador o más bien innovador, en el que el paciente invente desde el deseo y la ilusión un nueva manera de enfrentarse a la vida y sobre todo la lleve a la acción; no importa que empiece por pequeñas cosas cotidianas, lo que cuenta es que le sirvan de apoyo para poder soltar las antiguas, las que ya no le valen.Por nuestra parte, como profesionales, podemos ayudar a que nuestros pacientes desarrollen una mayor tolerancia a los sentimientos fuertes y a una autoexpresión más libre y plena, intentar motivarlos, a veces despertarlos o calmarlos, buscar la manera de que recuperen su propia fuerza y confianza en ellos y en la vida, pero la última palabra de compromiso la tiene el paciente, que es el que tiene en definitiva la potestad para decidir.