Ana Belén Jiménez Godoy
Psicoterapeuta acreditada por la FEAP (Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas). Miembro y directora Psicodramática acreditada por la AEP (Asociación Española de Psicodrama). Dra. en Antropología social. Psicopedagoga. Pedagoga. Psicoterapeuta con formación en psicoterapia clínica integrativa y psicoanálisis. Psicodramatista y terapeuta grupal. Psicoterapeuta familiar y de pareja. Máster en psicoterapia sistémica familiar y de pareja. Formación en Hipnosis regresiva VA-VP. Facilitadora de Kundalini Experience. Formación en Trauma Somatic Experiencing. Coordinadora de la Formación en Trabajo Grupal y del Taller “mi lugar en la familia, mi lugar en el mundo”. Docente y terapeuta de la formación en Psicoterapia Clínica Integrativa (psicodrama) del IPETG.
Autora del libro: Modelos y realidades de la familia actual (2005) Madrid:Editorial Fundamentos
Col. 102934824442
Hombre soy, nada humano me es ajeno
Miguel de Unamuno inicia el primer ensayo de su obra “Del sentimiento trágico de la vida” de esta manera:
“Homo sum; nihil humani a me alienum puto, dijo el cómico latino (Hombre soy; nada humano me es ajeno). Y yo diría más bien, nullum hominem a me alienum puto; soy hombre, a ningún otro hombre estimo extraño…. el hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y muere -sobre todo muere-, el que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere, el hombre que se ve y a quien se oye… “
Ese es el espejo que en mi intención como terapeuta ante el paciente y como persona ante mi contexto sociocultural deseo que me siga “no ser ajena a nada de lo humano”. Es una intención, es un compromiso y una brújula que mueve mi andar. Por más que esta máxima pueda ser un sentir tan universal para el hombre, no deja de pasarnos de soslayo y asaltar nuestro olvido.
Y ante estos obstáculos y este objetivo, mi guía en la psicoterapia es la palabra y lo no dicho, el cuerpo como mapa que despierta mi territorio recorrido, la emoción hecha carne y esa tan escurridiza forma que tenemos de unirnos y separarnos de los otros.
Un zoom para el camino: llegar a nuestra historia. A esos velados momentos en los que no me percibí extraño como hombre y a esos instantes en los que empecé a truncarme mirándome como forastero a lo que en mí había de humano.