Cuando era pequeña mi madre me mandaba a veces a la tienda a por varias cosas. Por aquel entonces los niños podíamos cruzar la calle y llevar dinero sin que esto preocupara. Una vez allí, alguna señora me decía: ¡Hay que ver, tan pequeña y te acuerdas de todo! O ¿No lo llevas apuntado?. Yo, contenta y orgullosa de mí misma, volvía a mí casa a contárselo a mi madre, quien respondía con un “Ni que fuera tan difícil acordarse de cuatro cosas” o con un “Yo tampoco me apunto lo que te digo que tienes que traer”.
Voy a cumplir 48 años y aún voy a comprar sin lista de la compra, claro que ya me he sorprendido muchas veces en medio de un pasillo con un “Y ¿a por qué venía yo?” O diciéndole a Maria, mi tendera, “No sé qué más me hacía falta”, y acordarme minutos después de haber pagado. Como los de mi quinta ya hace tiempo que estamos con eso de ¿Cómo se llamaba aquel actor?,… si, ése que salía en aquella película… que también salía esa actriz rubia que….Y, asumiendo que los años no pasan en balde, empecé a apuntar lo que me falta, pero, o se me olvida la lista, o se me olvida que la llevo hasta que cuando saco el monedero para pagar, ahí me la encuentro. ¡Caray con los mensajes maternos! No puedo ir a la compra con una nota.
Podría echar la culpa de lo que me pasa a mis padres, a la edad, como se la echamos al tiempo, a la regla, a lo que tu me has hecho, dicho, o a lo que has dejado de hacer, pero quizá tenga que ver también con lo que a nosotros nos está pasando.
Y es que llega un momento en que, todos y cada uno de nosotros, somos responsables de elegir lo que más nos conviene, lo que nos sirve, y lo que no, de lo que nos enseñaron y de lo que vamos aprendiendo de las personas que nos vamos encontrando en nuestra vida.
Así, por ejemplo, mi amigo Al nos contaba, que como hay cosas que siempre hacen falta, él en vez de apuntar cada vez que se acaba algo, tiene una lista básica junto a la que va marcando y no tiene que apuntar cada vez lo mismo. Como no creo que le importe he decidido copiarle la idea.
También aprendí, con una de las personas que recientemente más me ha enseñado en esta vida, que aunque lo hiciese todo bien y fuese buena, en cualquier momento me podía ocurrir una desgracia e incluso morir. Con el tiempo esto ha caído en el olvido. Su reciente muerte me lo hizo recordar, lamentando lo no dicho y lo no hecho.
Así pues, el otro día, cuando regresaba a casa conduciendo, en un día fantástico con bastante tráfico, muy feliz y contenta por haberlo pasado bien, un pensamiento fugaz me pasó por la mente: “Pese al coche que lleve, me puedo morir ahora mismo” y seguí disfrutando del camino, casi aún más, sabiendo que no iba a haber otro momento igual.
He decidido seguir yendo a la compra sin lista (no se me suele olvidar nada importante), eso si, me he hecho una lista de básicos para mi vida, que no cito por una cuestión de espacio, pero entre los que se encuentra el que me voy a morir. Como alguna de estas cosas básicas se me suele olvidar y mi ser se resiente, me apunto, entonces, buscar quién me ayude a lamerme las heridas, unos brazos en los que llorar o alguien con quién reír y conversar, un espacio para descansar, un sol bajo el que tumbarme y un mar en el que limpiarme, Y así, sintiéndome bien, me acuerdo, como ahora, de quién soy, de donde vengo y para qué estoy aquí, y ahora, escribiendo esto.