Tu ausencia se funde con el sudor de mi intimidad y ahí se queda, sin querer salir a la realidad del compartir. Aun no es tiempo. Que eche raíces en este invierno húmedo es promesa de primavera florida.
Cuando las emociones están en carne viva, cuando duelen las pérdidas y uno transita por ellas como puede; cuando duele una nueva pérdida y se evocan todas las pérdidas de la vida, las propias y las ajenas que también duelen, el refugio en el silencio de la intimidad es el bálsamo del dolor pacientemente aceptado, sin rebeldía, sin negación. Ya no puede haber olvido. ¿Para qué las palabras habladas o escritas?
Ya no hay recuerdo, sólo memoria de una experiencia de vida compartida desde la verdad de un vivir así y no de otra manera. La pérdida está incluida. Tu ausencia es tan vívidamente dolorosa, tan exquisitamente amorosa que no quiero pasarla por el filtro distorsionante del recuerdo.
No es bloqueo, es el simple deseo de no poner palabras a una vivencia a la que no le quiero poner palabras. Aunque le ponga estas pocas.
Gustavo Adolfo Farías de la Torre, jodido gaucho, burlaste a la muerte, cuando te la deseaban los facinerosos de tu otra patria, para venir aquí y darnos lo mejor de ti: tu experiencia de vida más que tu saber ilustrado, que no fue poco. No quiero hacer otra cosa que llevarte en mi corazón con admiración y gratitud; con un amor destinado a ser compartido amando, pero aún no. Sigo haciendo mi tránsito contigo en mi memoria, no en mi recuerdo. Quien puede saber si, en algún momento, memoria y memoria se re-conozcan en lo insondable del Misterio…