“No hay sol sin sombra y es necesario conocer la noche” (Albert Camus).
El aquí-ahora del mundo en el que vivimos, es oscuro e incierto. Nos creemos en la cima y nos encontramos perdidos en una sociedad enferma. Son tiempos de sombras, pero si la sombra es necesariamente una consecuencia de la luz (pues no hay sombra sin luz que ilumine a un objeto), ¡no perdamos la esperanza!.
La propia vida con su capacidad de autorregulación se abre paso y pone las cosas en su lugar. Cuando nos arrastra hacia la oscuridad, debemos tomarlo como una señal para rectificar individual y colectivamente. Es lo que nos ocurre cuando sufrimos una crisis personal e iniciamos una psicoterapia, en esa situación reinan las sombras.
Quién no ha tenido momentos en los que ha estado a punto de arrojar la toalla, momentos de soledad sin vislumbrar el
horizonte….
Y mientras, ¿cómo permanecer en las sombras manteniendo la esperanza?
Si identificamos nuestra luz interior, probablemente conseguiremos atravesar la negrura y salir de ella fortalecidos.
Considerando el asunto desde lo individual, yo creo profundamente que (como dice Eric Fromm) es la propia persona la que puede salvarse a sí misma; los demás por mucho que quieran, lo único que pueden hacer es ayudarle a atreverse. A veces es inevitable tocar fondo y permanecer en él antes de reapropiarnos de nuestra fuerza oscurecida, conviene entonces dejarnos guiar hacia la claridad por un otro que nos tienda su mano.
Desde lo colectivo, si yo quiero luz en mi vida y en el planeta que habito, tendré que empezar por comprometerme a transitar mis propias sombras. Si tú y yo, si nosotros dos, si cientos o miles, somos buscadores de luz, permanezcamos en la oscuridad el tiempo que sea necesario; hemos de concienciarnos de que para salir tendremos que sujetarnos los unos a los otros, atrevernos, encontrar la sinergia de las fuerzas, asimilar que el todo es más que la suma de las partes y entrelazar los recursos en una fuerza única.