Yo también tengo miedo de morir
Yo creo que morirse tiene que ser como
dormirse y no haber nacido nunca.
10 años
La vida es la mejor terapia, nuestro paraíso y nuestro infierno, pero a veces qué difícil es vivirla, porque también se acaba. Solemos hacer “como si”, pasar de puntillas con escudo y armadura, pero por difícil que se lo pongamos, ella sigue. Igual que el agua ya es agua en el manantial, el bebé ya es vida y deseo. Nadie puede impedir que algo de agua llegue al mar. Puede ser desviada, canalizada, contaminada, da y recibe, pero sigue su curso. EL bebé, con más o menos fuerza, a veces ya viene dañado, con sus propias dificultades, con las de quien le cuida y los que le rodean, con las del mundo grande, desconocido, exigente y competitivo, va creciendo y adaptándose. El niño pequeño aun no tiene sus capacidades cognitivas desarrolladas y no puede entender y pensar de la misma forma que lo hacemos los adultos pero sí tiene a pleno potencial su capacidad de sentir y percibir. Expresa a su manera, con la risa, el llanto, el pataleo, con comer o no, con el juego… . (“Voy a traer un gato y te va a morder y te va a arañar” 4 â). Si ponemos compuertas desbordará.
Los adultos hablamos mucho y desconectamos de lo que sentimos, el niño siente pero no tiene palabras. No tienen nuestros problemas pero también sufren y su angustia tiene que salir de alguna manera. Lo no dicho puede expresarse en forma de madurez e inteligencia en el intento de explicar o razonar sus miedos, sensaciones, conductas, en ansiedad, agresividad, sobreadaptación o depresión, somatizaciones… .(“No quiero ir con papá, porque un día quería irme a mi casa y me decía, mañana, mañana y no me hacía caso”. 4 â)
Pese a las dificultades que implica trabajar con alguien que no puede decidir por si mismo quiero seguir dando un espacio a esos niños que no pueden hablar, expresar lo que les sucede y que están autolimitando su potencial de vida. (“Estoy triste porque no estoy con mi padre, eso no se lo digas a mamá porque se cabrea. Tengo pena de verla sufrir” 8 â).
Este espacio puede ser, según las necesidades, desde la psicoterapia o desde la atención al problema. (“Me pongo triste en clase y lloro. Me siento desprotegida, pienso cuando era pequeña” 13 â).
Desde la Gestalt, la psicoterapia es un espacio donde el niño, acompañado y guiado por el adulto, pueda entender su mundo interno y el que le rodea. Donde tenga los permisos necesarios y los límites adecuados para ser y estar, que le amplíen el campo de posibilidades, recursos y opciones para conducirse en la vida, atendiendo a todas sus necesidades: mentales, físicas, emocionales y espirituales.
También hay un espacio para la angustia y dificultades de quien es responsable de ésta vida que aun no se vale por si misma. No es una psicoterapia, sino ayuda al proceso del niño y de la familia.
Tal vez se te haya olvidado cómo te sentías de pequeño, tal vez creas que no te diste cuenta, pero si miras hacia dentro o hacia atrás, verás para qué hacías lo que hacías. Puede que esto te ayude a entender a tus hijos, a ti; puede que ya lo sepas pero no cómo hacer, o no puedas porque nadie te
enseñó. (“Quiero dominar los desmadres, parece que se va de las manos. Tengo miedo a estarle exigiendo demasiado”: Padre de una niña de 2 â).
Los niños nos enseñan a ser padres, educadores, a vivir, solo hay que escucharlos.(“Me gustaría que mi padre jugara conmigo, siempre estamos peleados” 9 â). No se trata de hacerlo bien o mal. Cada uno de nosotros tenemos nuestros propios gustos, nuestro propio estilo, nuestra forma de ser, de ver y entender las cosas, de querer contribuir al mundo, y solo desde el respeto a esto, es posible la Vida. Poner límites, decir no, no significa ser un mal padre, ni decir no ser un mal hijo.
Escribo esto por todos mis pequeños pacientes (más pacientes que ninguno), los que hicieron un buen proceso y los que no pudieron por los miedos de sus padres o los suyos propios. En agradecimiento a su sinceridad. Por mi impotencia de niña y, a veces también, de adulta. Por mi empeño en procurar el entendimiento. Con mis miedos y mis angustias me ayudan mis compañeros y maestros. Como dice Marina en su libro:”Y ahora, sonría, cierre el libro y váyase a vivir”