Una mañana de un día cualquiera, alguien enfrentado con su imagen en el espejo, se le ocurrió decir. “Buenos días” y la imagen respondió, eres patético, e insignificante, imbecil, déjame en paz de una vez. Se quedo petrificado mientras su reflejo continuaba lanzando una lista de nuevos insultos. “Ridículo, bicho raro, torpe, todo lo haces mal…”.
Estos son unos ejemplos corrientes de las palabras autocríticas y despreciativas que las personas utilizamos para expresar unos sentimientos subyacentes de vergüenza. Con frecuencia no hablamos de nuestra vergüenza directamente sino que la indicamos por medio de las palabras que escogemos y que disfrazan o describen nuestros sentimientos. Surge de las contradictorias primeras relaciones, de la profunda falta de confianza en uno mismo, de la comparación negativa de uno mismo con los demás, de la presencia de “Otro” que nos observa, ese sempiterno juez exterior que contempla y proclama nuestra lastimosa naturaleza en forma de veredicto inapelable. Cuando interiorizamos esos dictámenes de unos observadores imaginarios, entran a formar parte de nuestro propio juicio contra nosotros mismos.
El desajuste entre lo que deseamos ser y lo que creemos que somos, este desajuste, influido por lo grandioso de nuestras aspiraciones por un lado y lo humilde de la imagen que tenemos de nosotros mismos por el otro-es el caldo de cultivo de la vergüenza-.
La vergüenza parece tener muchas caras, múltiples aspectos, es un conglomerado de sensaciones y emociones, vivir el destierro de sentirse excluido por ser quien soy.
El lenguaje de la vergüenza suele darnos claves, si quien escucha esta abierto a percibirlas. La carga de la vergüenza puede ser aligerada y mitigada dentro de esa especial relación que nos procura la psicoterapia, estableciendo una relación reparadora. -El principio de la tolerancia- es ese sentimiento que acepta la debilidad humana, es un juez que comprende y no condena, procura no acusar y no señalar con el dedo y sobre todo nunca lo hace a priori.
Hoy, alguien se mira en el espejo y descubre que su imagen ha desaparecido y en lugar de entristecerse, le invade una sensación gustosa de alivio.