Cómo no voy a implicarme en mi vida, cuando la otra opción es vivir a medias.
Cómo no voy a comprometerme, cuando aun sintiéndome incapaz, la alternativa es vivir enferma.
Cómo no voy a confiar en los sabios, si ellos me enseñan a levantarme cada vez que tropiezo en la
misma piedra.
Cómo no ilusionarme si tengo a los otros, esos en los que me miro, los que me sirven de guía, aquellos
de los que tanto aprendo.
Cómo no seguir luchando cuando la vida además de darme miedo, es lo más preciado que poseo, porque
no hay más remedio que confiar y echar para adelante.
Cómo no voy a correr el riesgo a equivocarme, cuando lo certero es el sufrimiento.
Cómo no atreverme, aunque suponga pisar las brasas, si otros lo han conseguido sin quemarse.
Cómo no voy a jugármela e intentarlo cada día, cada hora, cada segundo, si el contador va corriendo.
Cómo no voy a importarme, aunque a veces me importen más los otros, y aún teniendo muchas cosas,
soy lo único que tengo.
Cómo no seguir caminando, cuando aquellos que siguen en el camino me tienden su mano.
Cómo no voy a hablarme, si tengo el privilegio de hacerlo cada día, unas veces con palabras tiernas,
otras gruñendo.
Cómo no voy a intentar esta travesía, si curada la herida, vienen esos dulces momentos…
Y si pierdo lo conquistado, volveré a agarrarme a las entrañas de la tierra y le sacaré su fuerza, me tengo
a mí y tengo mi cuerpo, que es mi brújula y es mi materia.