Me cuento un cuento para no enterarme de mi cuento. ¿Cual es el cuento que me cuento?
De una y la misma “cosa” aparentemente tan sencilla, enterarme el cuento que me cuento, se han escrito grandes y pequeñas ideas desde distintos puntos de vista algunos, incluso opuestos y excluyentes. Tener diferentes puntos de vista sobre una misma cosa, tiene buenas ventajas. Sin embargo, también tiene algunos inconvenientes, como es el que tal “cosa” es el ser humano en relación consigo mismo, con otros seres humanos y con el entorno inmediato. Otro inconveniente, derivado del hecho en sí, es que cada punto de vista pretenda tener la VERDAD DE LA VERDAD sobre el tema del cuento, tanto del que me cuento como del real, que no deja de ser un cuento.
Aún así, tal variedad de puntos de vista ha hecho posible que algunos de ellos se hayan integrado, acercándose mas a un todo que es diferente de la suma de las partes, y haciendo posible tener una percepción mas amplia y clara de nuestra realidad, de nuestro estar en la vida. Una percepción mas amplia y clara se acerca más a la posibilidad de conocer que lo que es, es mas allá del color con que lo pintemos.
El tema del cuento nos interesa a todos, incluso a los que pasan de cuentos, porque es el tema de la vida de cada uno de nosotros en particular. Pero tiene, de nuevo, algunos problemas.
Cuentan que un actor se identifico tanto con un famosos personaje, de una famosa obra de un famoso autor, durante tanto tiempo, que se olvido de su persona y se hizo a sí mismo como a su famoso personaje, y como tal pretendió vivir. Cuentan que enloqueció, y desde su locura pudo ver la enormidad de la locura que había cometido creyendo ser su personaje. Dicen además, que luego continuo representando a su personaje y con más alma que nunca, y él, como persona, fue un actor de éxito. El problema, pues, viene a ser que nosotros somos el actor, el personaje y el autor, que nos inventamos la obra y, encima nos creemos famosos. Convertimos nuestra vida, las mas de las veces ni siquiera en comedia o tragedia, sino en un mascarada ridícula, aburrida y llena de sufrimiento.
La historia que nos contamos, que intentamos creer y hacer creer, sobre nosotros mismos, cristaliza en una estructura corporal, emocional e intelectual a la que llamamos CARACTER, y que puede llegar a convertirnos en un rígido personaje que repite siempre el mismo papel, y que pierde el tiempo. Lo que es, es en el momento en que sucede, y si en ese momento esta mi personaje y no yo, pierdo el tiempo ya que mi personaje no existe, puesto que es una invención ; yo tampoco estoy, o estoy tan ocupado en el trabajo de controlar los engranajes del personaje, en el mejor de los casos, que no dispongo de atención para nada más.
Al final resulta que nada existe, ni el personaje porque es una invención, ni yo porque no estoy, ni lo que soy porque nadie se percibe de ello, ni el tiempo como consecuencia de una realidad que tampoco tiene posibilidad de existir. Nada. Vaya historia. Pierdo mi no-tiempo al no enterarme de lo que sucede en el momento que es.
Sin embargo, y este es nuestro autentico drama, no tenemos más remedio que inventarnos una historia para nuestra vida, como un cuento. Inventarnos un personaje que nos distraiga y anestesie un poco ante la frustración y el dolor de alguna experiencias emocionales de nuestra vida, sobre todo de nuestra vida infantil, y poder defendernos en ellas. Este es otro inconveniente para resolver la adivinanza ; tenemos miedo de soltar a nuestro personaje, porque entonces la vida nos pasaría a nosotros y tememos volver a pasar por esas experiencias dolorosas, las pasadas y las presentes ; y las futuras que, vaya por donde, no existen, mas bien las provocamos con nuestro miedo. El miedo es tal, que hace que ni siquiera nos planteemos que aquí y ahora podemos elaborar y tener otros recursos para enfrentarnos a esas experiencias, incluso cambiarlas.
A veces, y con suerte, la vida viene a ponernos ante situaciones que nos hacen plantearnos esa inquietante pregunta de “¿ por qué yo soy así ?”, y desear ser de otra manera, pero no podemos. Nos resulta como movernos dentro de una espiral plana ; podemos estar en uno u otro punto, pero sin salirnos de ella, recorriendo siempre el mismo camino, como las hormigas.
Este es otro problema : hemos olvidado como ha ocurrido para que hayamos tenido que contarnos esta historia de ese personaje que nos creemos ser. Y si no sabemos como fue que se hizo la historia, tampoco vamos a saber como deshacerla. De éste modo permanecemos esclavos de nuestro personaje, de nuestro querido y asfixiante CARACTER, hasta que, con suerte, “enloquecemos”. En estas situaciones intentamos resignarnos dando por bueno el terrorífico destino del “yo soy así desde que nací, o desde antes”. Algunos incluso lo tienen a gala.
No, no somos así desde que nacemos. Nuestro carácter no nace con nosotros, lo hacemos nosotros en la relación con el entorno desde el momento del nacimiento, pero poco a poco durante toda nuestra infancia con decisiones que tomamos, quizás por fuerza, y que olvidamos, pero de las que, querámoslo o no, somos responsables. Tenemos la facultad de olvidar nuestros dolores emocionales, pero a costa de oscurecer nuestro verdadero ser. Nuestro CARACTER nos defiende, si, pero también nos inmoviliza y nos impide, como una armadura, tomar contacto “cuerpo a cuerpo” con nosotros mismos y con nuestro entorno. Nos impide, por tanto, conocernos para poder cuidarnos y amarnos, y conocer para poder cuidar y amar: no se puede amar lo que no se conoce. Mucho menos lo que ni siquiera existe.
Realmente, y aunque se olviden, ninguna experiencia de nuestra vida se pierde nunca, solo se pierde lo que no experienciamos. Ni el dolor ni el amor se pierden nunca. A éste “olvido” lo llamamos INCONSCIENTE, presente en la consciencia corporal, aunque no lo veamos ; no por cerrar los ojos se va la luz. El inconsciente duerme, fuera del tiempo porque esta fuera de la realidad, sueña a nuestro personaje y dirige nuestra vida. Y nosotros dormimos también en el sueño de la ignorancia creyéndonos dueños y señores de nuestro devenir, cuando ni siquiera hay devenir, sino quietud rígida, cadavérica.
Así resulta que nuestro CARACTER ES INCONSCIENTE, es el sueño de algo que realmente no existe. Vaya lío en el que estamos metidos, y en el que seguiremos metidos en tanto que sigamos durmiendo en la ignorancia.
Dicen los que saben, que la psicoterapia “viene a hacer consciente lo inconsciente”, y debe ser cierto porque, en cierto modo, funciona. A mi me parece que todo lo que viene a restaurar la inocencia a través de desterrar la ignorancia, sea consciente o inconsciente, es psicoterapia, y más. Más que curar, SANA. Porque si el carácter es inconsciente, la estupidez es consciente, y estúpido es vivir mal pudiendo vivir bien. Llegar a conocer lo bueno y lo malo ( salud y enfermedad) que hay en cada uno de nosotros, aunque de miedo y duela, nos da la posibilidad de CONOCER COMO FUE QUE HICIMOS NUESTRO CARACTER, deshacerlo, rehacerlo y ponerlo a nuestro servicio. Poder ser yo y ser mi personaje cuando así lo decida.
Poder ser bueno y malo. Me parece que eso es lo que quiero ser cuando sea mayor, por algo me han gustado siempre, las que más, las películas de vaqueros. Y de piratas. ¡Ah !, mi última favorita es “Sin perdón” : el “bueno” es malo y el “malo” es bueno, pero el “bueno” no puede dejar de ser malo, sin embargo, el “malo”, que es bueno, puede ser malo cuando lo decide, por lealtad, por amor y por defender a …….,véala usted. ¡FASCINANTE !.