Cuando empecé mi viaje de regreso, estaba en un mundo donde se valoraba los muchos logros que tenias. Había conseguido tener una empresa, una casa, un cargo directivo dentro de la comunidad, una pareja y muchos objetos de valor.
En un momento dado, entre en crisis, y todos estos objetos que había acumulado con tanto esfuerzo fueron perdiendo su valor.
Ahora me doy cuenta que gracias a esta crisis, he podido encontrar a nuevos maestros, terapeutas, poetas, personas que se hallaban recorriendo este camino de vuelta a uno mismo, aunque ellos se encontraban en un lugar más avanzado. Gracias a sus enseñanzas he mirado a lugares que para mi eran ignorados, ya que me daba miedo lo que ahí podía encontrar.
Para superar la cantidad de veces que cometo los mismos errores, he tenido que echar mano, a la confianza en el camino que me han indicado, a la paciencia al verme repitiendo las mismas maneras de comportarme, a la humildad para aceptarme como fraudulento y a la sobriedad para no irme a perder por infinitos caminos y quedarme en uno.
Aceptando que tengo que transitar por lugares donde me encuentro con el dolor, la oscuridad y la soledad, y que mi propio carácter no me dejaba ni imaginar. Como dice el poeta: Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Ayudándome de mi propia intuición.
Ahora siento que este recorrido es individual y como Odiseo, estoy contento de las ayudas que he recibido, de las enseñanzas que he encontrado, de los caminantes que me han acompañado en algún trecho del viaje, de los conocimientos que he ido adquiriendo, y de los objetos que he ido desprendiéndome, ya que resultaban inútiles para este viaje de vuelta a mi interior, a Ítaca.