Voy a relatar una historia intima que Zeus me contó ayer, o antes de ayer, o hace un par de eones, ( no creo que la fecha tenga mayor importancia ), mientras tomábamos unos vinos añejos en la taberna de la esquina, la que está justo a la izquierda de allí, junto con otros dioses de otras farándulas. Si he de ser sincero, incluso a riesgo de parecer un poco marujon, creo que me hizo tan intima confidencia porque, aunque ebrio, también estaba un poco apesadumbrado por el escándalo de su chiquillería. Lo comprendo.
Esta fue la confidencia que me hizo, quedamente, cómo hacen los íntimos cuando están de copas. Yo la relato tal cual me la contó, sólo me he tomada la licencia de novelarla un poco para que quede mejor, y añadir algunas aclaraciones para los que no estén acostumbrados al trato divino:
Era un día claro, más bien luminoso. Por tanto, lucía un sol espléndido y por el firmamento volaban algunas nubes, justamente las necesarias, ni una más, para tratar de emular un plató de Holywood, sin pretender alcanzar igual sumo de belleza. En el Olimpo son más modestos y con menos necesidades de vestir sus desnudeces.
Por allí andaba Zeus de paseo. En realidad, como quien no quiere la cosa, se ocupaba de controlar a sus dioses muy dados al desmadre, cómo bien sabemos. Para disimular se tocaba los rayos, solo la punta, de tal modo que, sin aspavientos, mostraba cuan grandes eran y la inmensidad de su poder. Al fin y al cabo ese es el trabajo de un dios padre, y Zeus, ante todo, es un buen profesional.
Allá estaba también Dionisos, bien relajado sobre su eterna poltrona observando los ires y venires del afanado Apolo. No tenía otra cosa que hacer. No sabemos muy bien la motivación real, pero probablemente movido por algún ligero cosquilleo de un pequeñito sentimiento de culpa que le incomodó, se sintió perplejo, una vez más, ante tanta e incomprensible actividad[1].
Así pues, Dionisos, irritado como sólo los dioses se irritan, pero sólo cuando ellos deciden irritarse[2], salió de su segura y profunda convicción de que es mejor dejar que cada cual haga con su vida lo que le rote[3], y de este modo se dirigió a Apolo:
- — Apolo, tú que has sido dotado por el cónclave de los dioses de toda la armonía del orden de la belleza. Tú, cuyo equilibrio de formas es envidiado por todo el Panteón. Tú dueño de todos los éxitos, ¿ por qué andas afanándote tras esto y aquello?. ¿No tienes suficiente que pretendes perfeccionar lo perfecto, mejorar el logro, engrandecer lo grande, satisfacer lo que debe permanecer insatisfecho?[4]. ¿Acaso pretendes que nadie comparta contigo?. ¿Dudas de tu belleza, o es que esperas algo aún más magnifico, o de un resplandor de tal intensidad que nos deslumbre a todos?. ¿Es que confundes con desidia el quedarte quieto y dejar que los demás nos contemplemos en ti?[5].
Apolo, ¿qué tiempo te queda para disfrutar de lo que te concedimos por nuestra benevolencia y magnanimidad?. ¿No dispones de tiempo para disfrutar con nosotros de ti?. Apolo, mira que incluso el tiempo de los dioses es limitado, y tú andas haciendo el capullo. Además, resultas un poco coñazo. Me disgustaría tener que chivarme a Hera….,aunque, bien pensado, a tu madre le tienes sorbido el seso, tal vez también el sexo….., así que no voy a molestarme para nada. Pero, ¡ quédate quieto de una vez, so asno, émulo de Narciso ¡[6].
Fastidiado por haber sido interrumpido en su afanoso laborar, Apolo respondió un tanto airado, lo justo solamente para no perder la compostura:
- — Mira Dionisos, bien harías en seguir ocuparte sólo de lo tuyo. Porque tú, que no tienes nada porque dices que las cosas de la vida hay que soltarlas, no agarrarlas, y así justificas estar permanentemente ocioso y sólo te ocupas de disfrutar de lo que hay a tu alrededor, no puedes comprender que el tiempo juega en contra, y que os es preciso a todos mantener mi belleza, mis éxitos y mi perfección[7]. Mejor harías en colaborar en vez de criticar. ¿Acaso tu no podrías entender, entre goce y goce, que sólo lo que se consigue con esfuerzo se disfruta con satisfacción?[8]. ¿Cómo puedes estar seguro de conservar lo que tienes si no te esfuerzas por defenderlo, mantenerlo y engrandecerlo?. Dionisos, así, desde tu poltrona, sólo disfrutarás de lo que otros, o tu imaginación, te proporcionen. Dejas correr el tiempo sobre ti con la ilusión de que él te embriagará igual que el vino que viertes en tu boca. Tu “dolce fer niente” me saca de quicio y, sobre todo, de mi tarea. Me haces perder el tiempo. ¡Cállate![9].
- Apolo, Apolo…..,no me toques los racimos porque……[10]
Pero por allí andaba Cronos que, con el fino oído de todo paranoico, habiendo escuchado mentar su nombre varias veces, y bien dispuesto a cabrearse por un quítame allá esas pajas, dejó en cualquier sitio la mitad sobrante del hijo que se andaba comiendo, y decidió averiguar quien estaba malediciendo sobre él, o tal vez intentando aprovecharse.
En tono francamente airado, ( Cronos no es de los que guardan las formas ), dejó salir su enorme vozarrón:
- – ¿Que andáis con mi nombre en vuestra sucia boca?. Id con cuidado porque si dejo de comer, con sólo quererlo, puedo detener vuestras propias y estúpidas vidas[11]. El uno con su constante pulir el espejo; pasota el otro, venga chupar del frasco y con ganas de más. ¡ Así estropeáis la digestión de lo mío !. Andad con ojo, porque últimamente se me está abriendo un buen apetito de dioses y los hijos andan escasos[12].
Tal alboroto organizó Cronos gritando y esparciendo restos de otro hijo que había comenzado a saborear, que Hermes desvió la atención de sí mismo y, no sin esfuerzo, decidió intervenir para que el respetable silencio volviese a reinar en el Olimpo:
- — ¡Ignorantes dioses entre todos los dioses![13].
Luego, se dirigió a Cronos y sentenció:
- ¿ No comprendes que bastaría con que nos detuviésemos un instante en el espacio que hay entre dos respiraciones, en el espacio que hay entre dos pensamientos, para que tú, omnipotente señor del tiempo, desaparecieses y tu lugar fuese ocupado por la vertical de Eternidad?[14]. No pretendas, pues, imponer tan débil tiranía frente a la propia Vida. Ya sabes, quien mucho ladra poco muerde[15]. Y, ¡ límpiate los morros, sucio envejecedor de mortales ¡[16].
Una vez tomada carrerilla, con impresionante seriedad, continuó Hermes con el repaso:
- Y a vosotros, en permanente lucha, sólo tengo que deciros que estoy harto de escuchar como discutís sobre la razón de cada cual. Harto de que perturbéis la paz del Olimpo sin que ninguno de los dos aporte nada a nadie. Que cada cual reine sobre su propia ignorancia, pero no me distraigáis más de mí mismo. Mejor haríais en llegar a un acuerdo los tres a fin de que hubiese paz para todos[17].
Por lo bajinis se oyó: “¡ Que plasta el tío, se raya un mazo ¡”. Probablemente era una ninfa[18].
- — De cualquier manera, aún no lo han conseguido, concluyo Zeus.
Así andan las cosas por el reino de los dioses.
Claro que, los humanos somos otra cosa.
Juan José Albert
[1] Cómo sabemos, los actos de los dioses se repiten cíclicamente por una eternidad, pero ellos los viven como nuevos cada vez. Si no fuese así, su hastío sería también infinito. Por esta razón, “una vez más” debe interpretarse en su contexto adecuado una vez más.
[2] Bueno, “deciden” tiene connotaciones subinconscientes: ellos creen que deciden cuando en realidad se ven impelidos al acto. Por son dioses, que no se enteren.
[3] El lector avispado se dará cuenta enseguida que Dionisos fue el inventor de la actitud zen del no-hacer.
[4] Obviamente, aquí se refiere sólo a los humanos, sino de que iban a existir ellos.
[5] Aquí se evidencia la tendencia mirona de Dionisos. Pero él aun no lo sabe, es dios.
[6] Evidentemente estas expresiones son un insulto. Por ellas podemos interpretar que Dionisos también tiene mala uva.
[7] Ya sabemos que Apolo es algo manipulador, pero controlado. Al fin y al cabo está de parte de su propia razón.
[8] También los dioses tienen necesidad de justificarse. Además infinitamente.
[9] Comprendamos que la vida de Apolo es realmente esforzada, cansada. Disculpemos el vislumbre de cierta envidia que sus palabras implican.
[10] Aquí podemos observar la tendencia de Dionisos al disimulo.
[11] Démonos cuenta de lo antigua que es la estrategia del ataque preventivo. No se si Cronos es etiológicamente el primer paranoico, si devino paranoico por aprendizaje, o como mecanismo de defensa.
[12] Dicen que, de tanto enfadarse, padecía de impotentia coeundi. No obstante, aclaro que aquí se refiere a los minutos y segundos: estaba a punto de comprender que el tiempo es determinado por el espacio. Es decir, a punto de sufrir lo que llamamos la castración simbólica.
[13] Bueno, Hermes padecía de un poco de complejo de superioridad, pero con razón.
[14] Aquí se refiere a un estado que dicen que ocurre cuando se entra a un nivel alterado de consciencia, y que demuestra el chasco que estaba a punto de llevarse Cronos.
[15] De esta frase de Hermes deriva el homónimo refrán castellano. Lo que demuestra que los castellanos habitualmente tratamos con dioses.
[16] Evidentemente Hermes también tiene malas ideas. Y es que el cuelgue es el cuelgue, y cuesta dejarlo. De Hermes deriva hermético, es decir, que no suda nada.
[17] La irritación le hace perder el control de sí y se le ve el plumero de su vena moralista, pero con buena intención. Al fin y al cabo, ¡ es un dios ¡.
[18] Ya se sabe, las ninfas siempre han sido díscolas, mal educadas e irrespetuosas. También sexis, divertidas y traviesas. ¡ Benditas sean¡. Hay tan pocas…….