“Tardes azules con pinigües y el silencio”
J.B.
La alternativa es callarme, y cuentan que quien calla otorga, así que me decido a intentar escribir algo.
La cuestión es, ¿tengo algo que decir?, ¿algo nuevo?.
Porque tras varios años de procurar transmitir el evangelio psicoanalítico a los paganos es como si se me hubiera desbravado el ímpetu aleccionador y no me quedaran fuelle ni ganas de conquistar más almas.
Por cierto, ¿acaso habré conquistado alguna?, y ya que estamos, ¿qué es conquistar un alma?
Convencerla? Seducirla? Trastocarla?.
No sé, si me remito a los hechos más palmarios he de reconocer que ya ni mi padre me hace comentario alguno, aunque ya se sabe que ésa es la primera cláusula del canon del profeta, y que él, por otra parte, ya no está para estos trotes.
Salud viejo querido.
Y es que en los tiempos que corren, ¡mira que corre el tiempo! y tal vez tuviera que plantearme que el que se está poniendo viejo soy yo, o mi discurso.
Confieso que cuando escucho a algunos compadres me pienso para mis adentros “¡otra vez con la misma vaina!” pero es que hay cosas que por más que uno quiera no cambian.
¿Me oyes, Neo?.
Cambiar o no cambiar, that is the question,
Ahora y desde el principio de los tiempos,
Heráclito y Parménides echándose los trastos (o eran los tejos?).
Y en eso estamos.
Así que visto lo visto ¿qué tal si paro un poco y me callo?.
Estaba escrito.
A lo dicho, pecho.
Barbecho.